A pesar de que cueste darse cuenta,
Grecia es un país cuyo territorio se configura mayoritariamente de islas
dispersas en el mar Mediterráneo. Este hecho lo dota de una gran riqueza de
productos autóctonos de cada una de ellas así como de un marco incomparable en
el que pasar el periodo vacacional.
De las aproximadamente 6000 islas e
islotes que se encuentran en territorio griego, solamente 127 están habitadas.
Y de éstas sólo 79 tienen más de 100 habitantes. Así pues, son un paisaje paradisíaco
donde todavía uno puede ir a perderse literalmente.
Hay muchos griegos que tienen su segunda
casa en su isla favorita o bien en su isla de procedencia. También los hay que
fijan su meta estival cada año en una isla diferente y se informan detalladamente
de lo que ofrece cada isla para su disfrute particular.
Yo hasta el momento he ido a unas diez
islas, por lo que todavía tengo innumerables posibilidades vacacionales. La más
cercana que he visitado es Égina, que está a una hora aproximadamente del puerto
del Pireo y la más lejana la he visitado este verano y se trata de la isla de
Pátmos, a ocho horas de barco desde el Pireo.
Además de destino vacacional, da al país
numerosísimos puestos de trabajo temporal. Es muy típico que los jóvenes
griegos dediquen algún verano a ir a una isla a trabajar. Incluso yo lo hice el
año pasado aunque es realmente cansado porque se trabaja a diario muchas horas.
Pero se vaya de vacaciones o a trabajar, las islas griegas tienen una energía
muy especial y capacidad para aislarte completamente de la rutina y la realidad
del resto del año.
En general, si bien unas son diferentes a
las otras, en todas hay un pequeño centro ciudad, el “Hora” que se halla en un
punto alto de la isla y que suele tener las mejores vistas y donde se concentra
la zona de marcha. En Pátmos, por ejemplo, tiene un monasterio dedicado a San
Juan ya que fue en esta isla donde escribió el
Apocalipsis. También tiene varias casitas y hoteles de estética muy cuidada
y patios interiores llenos de vegetación.
Otra de las zonas comerciales y
turísticas es la del puerto. En Pátmos se llama “Skala” y si bien la
arquitectura no es tan exquisita como en el “Hora”, concentra comercios,
tabernas y supermercados que abastecen al turismo y a los habitantes de la
isla.
Lo último y quizá más representativo con
lo que cuentan todas las islas Griegas son las playas. Hay playas de todos los
tamaños y para todos los gustos y lo mejor es que el agua está cristalina. En
el caso de Pátmos, si bien no se caracteriza por tener las mejores playas ya
que la mayor parte son de cantos rodados, el agua está tan fría como en Galicia
y tan limpia que ¡puedes ver la sombra de tu cuerpo en el fondo del mar!
Otra de las actividades más interesantes
que se pueden hacer en las islas es el senderismo. Con buen abastecimiento de
agua y ropa y gorros adecuados al sol, se pueden recorrer caminos de paisaje y
olor increíble donde recoger orégano, tomillo y romero y admirar el paisaje y
fauna de la isla. En Pátmos por ejemplo, es frecuente encontrar rebaños de
cabras e infinidad de higueras con higos maduros.
En algunas islas también se ofrecen
excursiones en barco a islotes cercanos y playas a las que no se puede acceder
nada más que en barco.
Y todas estas actividades acompañadas de
la mejor gastronomía local, pescado, pulpo, dulces y guisos de carne con que
reponer toda la energía perdida con el viento, el sol y el agua.
Lo peor, sin lugar a dudas, de esta
experiencia es cuando se acaba el cuento y hay que volver a coger el barco de
regreso. Todos los griegos coinciden en el sentimiento alegre que les provoca
ver el puerto del Pireo a la hora de coger el barco hacia la isla de vacaciones
así como el de nostalgia a la hora de volver. Y realmente puedo decir por
experiencia propia que es un cúmulo extraño de sentimientos el que te aborda a
la vuelta; cansancio, sobreestímulo de imágenes de playa y paisajes, recuerdos
de personas, noches, comidas… Y sobre todo impotencia ante la incertidumbre de
cuándo y cómo volverá a suceder algo así.
Lo bueno, por otro lado, es el
reencuentro con amigos en Atenas y las reuniones en las que cada uno cuenta sus
vacaciones y te da ideas sobre qué isla puedes visitar el verano siguiente… Y
también los obsequios que te traen de las vacaciones.
Este año, una buena amiga mía me ha
traído de la isla de Limnos un maravilloso dulce “baklavas” relleno de sésamo
(propio de ésta isla) y una pasta al huevo artesanal premiada y con receta incluida
que traduzco a continuación para todo el que tenga ganas de evocar el verano griego.
Hasta la próxima.
“Flomaria de Limnos” (pasta tradicional corta) con calabacín y queso fresco “anthotiro”
400 gr. pasta
200 gr. queso fresco “anthotiro”
1 calabacín grande o dos pequeños
cortados en finas lonchas
5 cucharadas soperas de aceite de oliva
virgen extra
1 diente de ajo
1 taza de eneldo fresco picado
Sal y pimienta negra
Preparación:
Cocer la pasta en abundante agua con sal.
Escurrir e introducir de nuevo en la cacerola.
Añadir el aceite de oliva, el queso
fresco, el ajo picado y el calabacín y remover muy bien.
Servir en una fuente grande y echar por
encima el eneldo y la pimienta recién molida.
Tips:
El anthotiro es un queso fresco de oveja
típico de grecia. En su lugar se puede añadir cualquier queso fresco tipo
Burgos o incluso fresco de cabra si se desea un sabor más fuerte.
Cocer la pasta dos minutos menos de lo
que dice el envase de forma que al removerla con el resto de los ingredientes
no quede reblandecida sino “al dente”.
Y aquí va un poco de sabor de la incomparable belleza de las islas griegas!